Blog de la asignatura Sistema Económico Mundial 2010/2011

sábado, 5 de febrero de 2011

¿Qué es una concepción del mundo? M, Sacristán.

Una concepción del mundo no es un saber, no es un conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto. Ver casi como hechos de la naturaleza particularidades de las relaciones entre hombres, una parte de la de la consciencia de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas, -inconsistentes- en el sujeto que obra o reacciona. Tales principios, con frecuencia están explícitos en la cultura de la sociedad en que vive. Dicha cultura contiene por lo común un  conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida- la parte contemplativa de esta concepción del mundo está íntimamente relacionada con la parte práctica, la existencia o inexistencia de un principio ideal o espiritual que sea causa del mundo.
La existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite averiguar cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, ya que el carácter de sobreestructura que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo, ingenuo y directo de la realidad social y natural vivida.
Para el estudio de las relaciones entre concepción del mundo y ciencia positiva, basta con atender a los aspectos formales de ambas. Las concepciones del mundo suelen presentar unas puntas muy concentradas y consistentes en forma de sistema filosófico en culturas de tradición grecorromanas. Esta segunda forma fue muy característica hasta el siglo XIX. La filosofía sistémica se vio arrebatar un campo temático tras otro por las ciencias positivas, y acabó por intentar salvar su sustantividad en un repertorio de supuestas verdades superiores a las de toda ciencia. En los casos más ambiciosos, la filosofía sistemática presenta más o menos abiertamente la pretensión de dar de sí por razonamiento el contenido de las ciencias positivas. En este caso, la concepción del mundo quiere ser un saber, conocimiento real del mundo, con la misma positividad que el de la ciencia. Esta pretensión puede considerarse definitivamente fracasada hacia mediados del siglo xix, precisamente con la disgregación del más ambicioso sistema filosófico de la historia, el de Hegel. La causa principal de su caducación. Es la definitiva y consciente constitución del conocimiento científico positivo durante la Edad Moderna. Este es un conocimiento que se caracteriza formalmente por su intersubjetividad y por su capacidad de posibilitar previsiones exactas. Que un conocimiento es intersubjetivo quiere decir que todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo. Las tesis de la vieja filosofía sistémica, de los dogmas religiosos y de las concepciones del mundo carecen de esos rasgos, y como esos rasgos dan al hombre una seguridad y un rendimiento considerables, el conocimiento que los posee va destronando a la filosofía sistemática tradicional.
El que las concepciones del mundo carezcan de aquellos dos rasgos característicos del conocimiento positivo no es cosa accidental y eliminable, sino necesaria: se debe a que la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentaciones analítica (deductiva o inductiva-probabilitaria). Lo cual no quiere decir que el conocimiento positivo y sobre todo las metodologías no abonen una determinada concepción del mundo más que otra, pero abonar, no es lo mismo que probar en sentido positivo.
Estos rasgos de la situación permiten plantear correctamente la cuestión de las relaciones entre concepción del mundo y conocimiento científico-positivo. Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real se encuentra visiblemente por delante y por detrás de la investigación positiva. Por delante como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira, motiva la investigación positiva misma. Esto vale independientemente de que la ideología dominante en la sociedad haga profesar al científico, cuando no está investigando, una concepción dualista del mundo. La inspiración de la investigación que tiene la concepción del mundo se produce constantemente, todo a lo largo de la investigación, en combinación con las necesidades internas, dialectico-formales, de ésta.

La “concepción materialista y dialéctica del mundo”, está movida por la aspiración a terminar con la obnulacion de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. De estos se desprende que es una concepción del mundo explícita. La liberación de la consciencia presupone la liberación de la práctica, de las manos. La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. El nuevo materialismo, escribe Engels en el Anti Dühring, no es una filosofía, sino una simple concepción del mundo, que tiene que sostenerse y actuarse en las ciencias reales. En él queda superada la filosofía, es decir, tanto superada cuanto preservada: superada en cuanto a su forma, preservada en cuanto a su contenido real.

Esta concisa y expresiva formulación de Engels, supone la concepción de lo filosófico no como un sistema superior a la ciencia, sino como un nivel del pensamiento científico: el de la inspiración del propio investigar y de la reflexión sobre su marcha y sus resultados. Primero, recusación de toda filosofía sistemática: no hay conocimiento “aparte” por encima del positivo. Segundo, puesto que su ponto de partida y de llegada es la “ciencia real”, esa concepción del mundo no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma. Esta motivación es lo que se puede llamar “inmanentismo”, el principio de que la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo y no es instancias ajenas o superiores al mundo. Este principio está en la base del hacer científico, el cual perdería todo sentido, si en un momento dado tuviera que admitir la acción de causas no-naturales. En este postulado de inmanentismo, definidor de la posibilidad del conocimiento científico, se basa de la concepción marxista del mundo. El materialismo es lo primero en el marxismo incluso históricamente. Pero el materialismo no es uno uno de los principios fundamentales de lo que Engels llama “concepción comunista del mundo”. El otro es el principio de la dialectica. Este se inspira no tanto en el hacer científico-positivo, cuanto en las limitaciones del mismo.
La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinadas a factores menos complejos y más homogéneos cualitativamente, como tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierde toda relevancia. El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene incluso a obviar conceptos con contenido cualitativo, para limitarse en lo esencial al manejo de relaciones cuantitativas o al menos, naturalmente vacías, formales.
El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas, y desprovistas de connotaciones cualitativas, que permite penetrar muy material y eficazmente en la realidad, porque posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados.
Pero justamente por basarse en un análisis reductivo que prescinde, por abstracción, de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estrictos, son invariablemente, conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales, leyes. Con ese conocimiento se pierde una parte de lo concreto: precisamente la parte decisiva para la individualización de los objetos. Y esto es así por el presupuesto definidor de la metodología analítico-reductiva.
Los “todos” concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, aunque ésta suministra todos los elementos de confianza para una compresión racional de los mismos. Lo que no suministra es su totalidad, su consistencia concreta. Pues bien, en el campo o ámbitos de relevancia del pensamiento dialectico es precisamente el de las totalidades concretas. Hegel ha expresado en su lenguaje poético esta motivación al decir que la verdad es el todo.
La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas. Pues la práctica humana no se enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también con la de tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger.
Según esto, la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo, concibiendo la cualidad que pierde el análisis reductivo como resultado nuevo  de la estructuración de éstos en la formación individual o concreta en los “todos naturales”. Pero la palabra “análisis” no tiene aquí el mismo sentido que en la ciencia positiva. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta, sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos.
Con esto parece quedar claro cuál es el nivel o el universo del discurso en el cual tiene realmente sentido hablar de pensamiento o análisis dialectico: es a nivel de la compresión de las concreciones o totalidades, no al del análisis reductivo de la ciencia positiva. Concreciones o totalidades son ante todo los individuos vivientes, y las particulares formaciones históricas, las situaciones concretas de las que habla Lenin, los presentes históricos localmente delimitados. Y también en un sentido más vacío, el universo como totalidad que no puede pensarse, como es obvio, no es términos de análisis científico-positivo, sino dialécticamente, sobre la base de los resultados de dichos análisis.

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